"No veo mis propios filmes con frecuencia. Me pongo nervioso y me entran deseos de llorar"
Hace más o menos un mes que Ingmar Bergman falleció. No sé qué habrá sentido antes de percibir que ese frío llamado comenzar-a-morir le entraba por el cuerpo, pero supongo que a pesar de todo, a él la muerte no le agarro totalmente desprevenido. A lo largo de su obra, tanto habló de ella, y de tantas formas la ejemplificó que tal vez al verla se decepcionó, o tal vez supo que al menos en alguna de sus películas hizo una descripción que se correspondía con la parca, al menos un poco. Eso sería suficiente.
Bergman y la muerte; un tema dificil teniendo en cuenta que precisamente hablaba tanto de ella en sus filmes como si en verdad su objetivo fuera exfoliar de él esa sensación, ese pálpito habitual por el cual todos en ciertos instantes nos quedamos pensativos y abrumados por ese vacío que supone el cambio de fase.
Lo extraño es que al parecer, ese temor de Bergman por tratar de comprender esta relación entre muerte y hombre le haya llevado, más que a tratar de conocer a la muerte, a dar una visión bastante nihilista sobre el destino del ser humano frente a aquella. Y se corrobora con gran parte de sus películas en las que de algún modo está implícito como un hueso en la garganta este tema de la degradación humana, sea moral, sea física, pero a fin de cuentas, degradación que lleva inevitablemente hacia el vacío, hacia cierta inexistencia, hacia ese vértigo que no es otra cosa que el miedo a desaparecer.
Y Bergman, tal vez por su propia búsqueda, planteó esa perspectiva en toda su obra: y claro, así se hace más turbio comprender por qué en El séptimo sello la muerte juega, solemne, al ajedrez con el caballero medieval que lo único que quiere es tiempo para entender cual es su sentido; por qué en La hora del lobo toda esa pesadilla enloquece al protagonista de tal forma que su proceso de descenso contagia también a su esposa, la cual albergaba aún cierta esperanza que a todas luces al final se ve como inútil; por qué en La pasión al final termina Andreas destrozado por ese mismo vacío y poco a poco su imagen se pierde, así también en Shame el viaje de los personajes por huir de la guerra se convierte en una angustia y desesperanza que los va hundiendo sin dejar nada de ellos, sus sueños rotos, tal vez, como único posible rastro de que alguna vez fueron seres humanos, que estuvieron vivos realmente.
Y así, hace un mes ese Bergman se fue, dejando en su obra tal vez una de las visiones más pesimistas, y no por eso menos cierta, de lo que implica la complejidad trágica del hombre, dejando de lado moralejas o posibles soluciones facilistas y convencionales: el cine de Bergman simplemente se encargó de colocar en el ecram esos traumas, conflictos y problemas hondos con los que lidió y que no supo, ni él ni nadie, resolver, y que tal vez nunca sean expuestos de forma tan dura, tan punzante y sobrecogedora como en sus películas. En suma, toda su obra me pareció una escena densa y tétrica de enormes miedos que no queremos ver, y que están en nosotros, tal vez por eso sea.
Adios Ingmar Bergman, que el descanso que tanto buscaste en vida te acompañe ahora. Eso espero. Y tal vez no sea correcto decir que la muerte finalmente ganó la partida de ajedrez; y tal vez sea posible que te hayas dado cuenta de que al terminar la partida, era facil patear el tablero lo cual supone recoger las fichas y tener esa bienaventurada capacidad de empezar de nuevo.
Hace más o menos un mes que Ingmar Bergman falleció. No sé qué habrá sentido antes de percibir que ese frío llamado comenzar-a-morir le entraba por el cuerpo, pero supongo que a pesar de todo, a él la muerte no le agarro totalmente desprevenido. A lo largo de su obra, tanto habló de ella, y de tantas formas la ejemplificó que tal vez al verla se decepcionó, o tal vez supo que al menos en alguna de sus películas hizo una descripción que se correspondía con la parca, al menos un poco. Eso sería suficiente.
Bergman y la muerte; un tema dificil teniendo en cuenta que precisamente hablaba tanto de ella en sus filmes como si en verdad su objetivo fuera exfoliar de él esa sensación, ese pálpito habitual por el cual todos en ciertos instantes nos quedamos pensativos y abrumados por ese vacío que supone el cambio de fase.
Lo extraño es que al parecer, ese temor de Bergman por tratar de comprender esta relación entre muerte y hombre le haya llevado, más que a tratar de conocer a la muerte, a dar una visión bastante nihilista sobre el destino del ser humano frente a aquella. Y se corrobora con gran parte de sus películas en las que de algún modo está implícito como un hueso en la garganta este tema de la degradación humana, sea moral, sea física, pero a fin de cuentas, degradación que lleva inevitablemente hacia el vacío, hacia cierta inexistencia, hacia ese vértigo que no es otra cosa que el miedo a desaparecer.
Y Bergman, tal vez por su propia búsqueda, planteó esa perspectiva en toda su obra: y claro, así se hace más turbio comprender por qué en El séptimo sello la muerte juega, solemne, al ajedrez con el caballero medieval que lo único que quiere es tiempo para entender cual es su sentido; por qué en La hora del lobo toda esa pesadilla enloquece al protagonista de tal forma que su proceso de descenso contagia también a su esposa, la cual albergaba aún cierta esperanza que a todas luces al final se ve como inútil; por qué en La pasión al final termina Andreas destrozado por ese mismo vacío y poco a poco su imagen se pierde, así también en Shame el viaje de los personajes por huir de la guerra se convierte en una angustia y desesperanza que los va hundiendo sin dejar nada de ellos, sus sueños rotos, tal vez, como único posible rastro de que alguna vez fueron seres humanos, que estuvieron vivos realmente.
Y así, hace un mes ese Bergman se fue, dejando en su obra tal vez una de las visiones más pesimistas, y no por eso menos cierta, de lo que implica la complejidad trágica del hombre, dejando de lado moralejas o posibles soluciones facilistas y convencionales: el cine de Bergman simplemente se encargó de colocar en el ecram esos traumas, conflictos y problemas hondos con los que lidió y que no supo, ni él ni nadie, resolver, y que tal vez nunca sean expuestos de forma tan dura, tan punzante y sobrecogedora como en sus películas. En suma, toda su obra me pareció una escena densa y tétrica de enormes miedos que no queremos ver, y que están en nosotros, tal vez por eso sea.
Adios Ingmar Bergman, que el descanso que tanto buscaste en vida te acompañe ahora. Eso espero. Y tal vez no sea correcto decir que la muerte finalmente ganó la partida de ajedrez; y tal vez sea posible que te hayas dado cuenta de que al terminar la partida, era facil patear el tablero lo cual supone recoger las fichas y tener esa bienaventurada capacidad de empezar de nuevo.
7 comentarios:
Adios a un grande. Lo negativo es que ya no hará mas películas. Lo positivo es que despues de morir, mas gente que no lo conocía verá las películas q hizo hasta ahora.
Eso es lo raro con los creadores.
La muerte como que los hace mas famosos.
Me parece interesante lo de Ingmar Bergman, conmigo se cumplirá lo que dice chapualqo, ya que ahora que falleció el creador recién apreciaré su obra.
Yo creo que Bergman debió dirigir los Transformers, ya que así Megatron se hubiera convertido en pistola. Eso hubiera sido pleno.
No comparto la interpretación nihilista sobre el Séptimo Sello. No es una obra de tesis. Es una obra de contraste: luz y sombra, razón y mito, sentido y presencia, Iván y Alioscha Karamasov. El caballero Antonius Block es hijo de Kierkegaard: su blasfemia no es signo de afirmación en la excepción: no es el poeta romántico arrojado a las ciénagas del mal, no es el dandy que exalta el crimen con fervor adolescente, perpetuando una rebeldía.
Block es hijo del espanto, su blasfemia es el testimonio inútil de su angustia.
Block regresa de la muerte al reino agónico de la vida. Su viaje no es el de Odiseo: Ítaca no es sino la prolongación de Troya.
Y a Block, y a sus fantasías de escisión, de renuncia, Bergman contrapone la vida simple, la desnudez de lo posible, la imaginación, que se encarnan en los Bufones del circo.
Escribiría más, pero no tengo ganas, y estoy en el trabajo.
Bergman fue Dios, aunque quiso matarlo.
Carlos
Ya sé que soy un esnob, pero es preferible a ser un "emo".
Lo digo por ti, nihilsta pop.
JaJa
Me encanto tu comentario sobre la trayectoria de Irgman , pues se nota q fue un hombre de gran profundidad y pensamiento que iba mas alla de la imaginación de muchos.
Esperemos que existe un nuevo director que siga sus pasos....
"una escena densa y tétrica de enormes miedos que no queremos ver"...es una buena definición. También lo he experiementado en esa forma. Solo que en otras ocasiones podría agregarle a eso, la sensación de angustia altera el respiro......la historia del anciano en Fresas salvajes nunca me dejó tranquilo, pero tampoco la escena dodne Bolk, al ser acogido por la esposa del hombre a quien rescató, contempla la belleza de la existencia encarnada en lapareja y en su pequeño hijo, escena con una evocación casi religiosa...
saludos mi estimado antal
pd: tb me gusto tu post sobre Asterion
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